jueves, 4 de junio de 2009

Comentari de "Oda ala vida retirada"


ODA A LA VIDA RETIRADA

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!



No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.



¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?



¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.



Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.



Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.



Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.



Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.



Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.



Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.



El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.



Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.



La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.



A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.



Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.



A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.







¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;


Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!



No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.



¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?



¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.



Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.



Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.



Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.



Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.



Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.



Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.



El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.



Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.



La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.



A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.



Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.



A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.




Comentari del poema:

El poema fue escrito per Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 23 de agosto de 1591) fue un poeta, humanista y religioso agustino español de la Escuela salmantina.


Fray Luis de León es uno de los escritores más importantes de la segunda fase del Renacimiento español junto con Francisco de Aldana, Alonso de Ercilla, Fernando de Herrera y San Juan de la Cruz y forma parte de la literatura ascética de la segunda mitad del siglo XVI. Su poesía está inspirada por el deseo del alma de alejarse de todo lo terrenal para poder alcanzar a Dios, identificado con la paz y el conocimiento. Los temas morales y ascéticos dominan toda su obra.



El poema está escrito en 1era época en que el autor comenzó a escribir. es una oda ( poema lírico de tono elevado. Asmite culquier tipo de metrica. en este caso emplea la lírica. Fue creado por Garcilaso, él la empleo poco la lírica, però fue muy empleada por los míticos españoles) en este tipo de composición se convinan versos de arte mayor (11) co versos de arte menor (7). La rima tiene una estructura ABabB. Cada lírica se expresa una idea. Está formado por 17 liricas. en cuanto a la métrica podemos destacar que en 2do verso hay un hiato, y el el verso 47 hay un hiato (su hermosura)


Encabalgamiento



14ª estrofa (verso 66). 2 encabalgamientos abruptos Þ los utiliza en escenas de mucha tensión. Al separar miserable/mente Þ consigue alargar la acción, con lo que se extiende su significado.



Lo mismo ocurre con insaciable (diéresis), se extiende su significado.



La lira está como ordenada de 4 en 4.



1 a 4 Þ expresión y justificación del tema :



1. Þ vida retirada


2. Þ mundanal ruido.


3. Þ idem


4. Þ idem.


5 a 8 Þ deseo de paz de F.Luis Þ vida retirada.


9 a 12 Þ descripción del huerto.

13 a 16 Þ descripción de la ambición. Mundanal ruido





Historia de Isaac Bashevis Singer





Taibele y sus demonios



En la población de Lashnick, no lejos de Lublin, vivía un hombre con su esposa. Se llamaba Chaim Nossen y ella, Taibele. No tenían hijos. No era que el matrimonio fuese estéril; Taibele le había dado a su marido un hijo y dos hijas, pero los tres habían fallecido en su infancia, uno de tos ferina, otro de fiebre escarlatina y la tercera de difteria. Después, el vientre de la madre se había cerrado y nadie había podido abrirlo: ni plegarias, encantamientos o pociones. El dolor había arrastrado a Chaim Nossen a retirarse del mundo. Se había separado de su mujer, había dejado de comer, y no dormía en su casa, sino en un banco de la sinagoga.



Taibele poseía una tienda de lencería, heredada de sus padres, y estaba en ella sentada todo el día, con una vara de medir en la mano derecha, un par de tijeras en la otra, y el libro de rezos de las mujeres, en yiddish, delante de los ojos. Chaim Nossen, alto, delgado, con ojos negros y un asomo de barba, siempre había sido un hombre meditabundo, silencioso, aun en sus mejores épocas. Taibele era bajita y rubia, con ojos azules y carirredonda. Aunque castigada por el Altísimo, seguía sonriendo, formándosele unos lindos hoyuelos en las mejillas. Ahora no tenía que guisar para nadie, pero encendía el fogón o el trípode cada día y hacía un poco de gachas o sopa para sí misma. También continuaba haciendo calceta, ya un par de medías, ya una blusa; o bordaba en una lona. No entraba en su carácter maldecir al destino ni apesadumbrarse.

Un día, Chaim Nossen puso su manto de oraciones y sus pergaminos, una muda y una hogaza de pan en un saco y abandonó el hogar. Los vecinos le preguntaron adonde iba y él contestó:


—Adonde me lleven mis ojos.

Cuando le dijeron a Taibele que su marido la había abandonado, era ya demasiado tarde para ir en su busca. Ya había cruzado el río. Luego se averiguó que había alquilado una tartana que le llevase a Lublin. Taibele envió un mensajero en su busca, pero no volvió a verse ni al marido ni al mensajero. A los treinta y tres años, Taibele se vio convertida en una esposa abandonada.

Tras un período de búsqueda, comprendió que no le quedaba la menor esperanza. Dios le había arrebatado los hijos y el esposo. No podría volver a casarse: a partir de entonces, tendría que vivir sola. Sólo le quedaba la casa, la tienda y sus pertenencias. La gente del pueblo la compadeció, ya que era una buena mujer, de buen corazón y honesta en su negocio. Todo el mundo se preguntaba:


—¿Qué ha hecho para merecer tanto infortunio?

Pero los designios de Dios son inescrutables.

Taibele tenía varias amistades entre las comadronas de la población, a las que había conocido desde la infancia. Durante el día, como buenas amas de casa se hallaban muy atareadas, pero por las tardes las amigas de Taibele solían ir por la tienda para charlar. En verano se sentaban en un banco delante de la tienda, murmurando y contándose todos los chismes de la vecindad.

Una noche de verano, sin luna, cuando la población estaba tan oscura como Egipto, Taibele se sentó con sus amigas en el banco, contándoles una historia que había leído en un libro comprado a un buhonero. Trataba de una joven judía, y un demonio que la había deshonrado y vivía con ella como marido y mujer. Taibele contó la historia con todo detalle. Las mujeres estaban agrupadas a su alrededor, las manos juntas, escupiendo a la mención del diablo, y riéndose con la risa que denota el temor. Una de ellas preguntó:

—¿Por qué no lo exorcisó ella con un amuleto?

—Ningún diablo se asusta de los amuletos— contestó Taibele.

—¿Por qué no fue a ver a un sagrado rabino?

—El diablo la advirtió que la ahogaría si revelaba el secreto.

—¡Ay de mí, que el Señor nos proteja, que no nos ocurra una cosa igual! —exclamó gimiendo una mujer.

—Ahora tendré miedo de irme a casa —dijo otra.

—-Yo iré contigo —le prometió una tercera.

Mientras estaban charlando, Alchonon, el ayudante del maestro, que pensaba llegar a casarse algún día, pasó por allí. Alchonon, que llevaba ya cinco años de viudez, gozaba de la reputación de ser un bromista empedernido, incluso de tener un tornillo flojo. Sus pasos eran silenciosos porque las suelas de sus zapatos estaban completamente destrozadas y en realidad andaba con las plantas de los pies tocando el suelo. Cuando escuchó la historia contada por Taibele, prestó suma atención. Las tinieblas eran ya tan densas, y las mujeres se hallaban tan embobadas con el cuento, que no repararon en él. Alchonon era un individuo disipado, poseedor de muchos recursos y triquiñuelas. Y en un instante perfiló su malicioso plan.

Cuando todas las mujeres se hubieron marchado, Alchonon penetró en el patio de Taibele. Se ocultó detrás de un árbol y espió a través de la ventana. Cuando vio que Taibele se metía en cama y soplaba la vela, se deslizó al interior de la vivienda. Taibele no había pasado el cerrojo a la puerta, ya que en el pueblo nunca había habido ningún ladrón. En el pasillo se despojó del "caftán", la chaqueta, los pantalones y se quedó tan desnudo como le había parido su madre. Luego fue de puntillas hacia la cama de Taibele. Ésta se hallaba casi dormida, y de repente distinguió la sombra oscura a su lado. Se quedó muda de espanto.

—¿Quién es? —susurró, temblorosa.

—No grites, Taibele —le contestó Alchonon, fingiendo la voz, engolándola—. Si gritas te destruiré. Soy el diablo Hurmizah, el señor de las tinieblas, la lluvia, el pedrisco, el trueno y los animales salvajes. Soy el espíritu del mal que se casó con la joven de quien has hablado esta noche. Y contaste la historia con tal realismo, que oí tus palabras desde el abismo y sentí apetencia de tu cuerpo. No intentes resistirte porque suelo llevarme a quienes me rechazan hacia los montes de las tinieblas, el monte Sair, a un paraje agreste desconocido del hombre, donde ni las fieras se atreven a penetrar, donde la tierra es de hierro y el cielo de cobre. Y arrojo a mis víctimas entre las zarzas y el fuego, entre los escorpiones y las arañas, hasta que todos los huesos del cuerpo se convierten en polvo y se pierden en los abismos tenebrosos por toda la eternidad. Pero si accedes a mis deseos, ni un cabello de tu cabeza sufrirá el menor daño, y te concederá la fortuna en todo cuanto emprendas. . .

Escuchándole, Taibele estaba inmóvil en el lecho. Le latía violentamente el corazón y a veces le daba saltos. Creyó llegado su final. Haciendo acopio de valor, logró murmurar:

—¿Qué quieres de mí? ¡Soy una mujer casada!

—Tu marido ha muerto. Estuve en su entierro —la voz del ayudante de maestro se ahuecó—. Claro, no pude ir a notificárselo al rabino para que permita que vuelvas a casarte, porque los rabinos no se fían de los de mi especie, y además no me atrevo a cruzar el umbral de la sinagoga y me asustan los libros sagrados. Pero no miento. Tu esposo falleció en una epidemia, y los gusanos ya le han dejado sin nariz. Pero, aunque estuviese vivo, nada te prohibiría acostarte conmigo, ya que las leyes de Shulhan Aruch no nos conciernen a nosotros.

Hurmizah, el ayudante de maestro, continuó un buen rato con voz persuasiva, amenazando y conmoviendo a la pobre Taibele. Invocó los nombres de ángeles y demonios, de bestias demoníacas y vampiros. Juró que Asmodeo, el rey de los diablos, era su tío. Afirmó que Lilith, la reina de los espíritus del mal, iba de coronilla por él y hacía cuanto fuese por complacerle. Shibatah, la diablesa que les robaba los bebés a las mujeres en el parto, cocinaba pasteles para él en los hornos del infierno, con grasa de lagartos y perros negros. Tanto argüyó, con tantas parábolas y proverbios, que Taibele se vio, finalmente, obligada a sonreír. Hurmazah aseguró haber amado a Taibele desde largo tiempo. Le describió los vestidos y mantos que ella había llevado el año anterior y aún más atrás. Le repitió los secretos pensamientos que la asaltaban cuando amasaba la pasta, preparando la comida del sábado, cuando se bañaba, y cuidaba de la casa. También le habló de la mañana en que se había despertado con una señal azulada en sus pechos. Taibele había creído que se trataba del pinchazo de un abejorro. En realidad, era la marca de los labios de Hurmizah al darle un beso.

El diablo no tardó en meterse en la cama de Taibele, consiguiendo que la mujer se doblegase a su voluntad. Le comunicó que seguiría visitándola dos veces por semana, los miércoles y sábados por la noche, ya que eran éstas las noches que los espíritus del mal pueden vagar libres por la tierra. Le advirtió que no debía divulgar sus relaciones, bajo ningún pretexto, bajo pena de un tremendo castigo; él, Hurmizah, le arrancaría los pelos del cráneo, uno a uno, le atravesaría los ojos, y le mordería el ombligo. Luego la arrojaría a las desoladas tinieblas, donde el pan eran excrementos y el agua sangre, y donde se escuchaban a todas horas los sollozos de Zalmaveth. Obligó a Taibele a jurarle por los huesos de su madre que conservaría el secreto hasta el último día. Taibele comprendió que no tenía escapatoria, puso una mano sobre un muslo del diablo y pronunció el juramento, y a continuación hizo todo cuanto el monstruo quiso.

Antes de desaparecer el diablo, la besó larga y voluptuosamente, y como era un demonio y no un hombre, Taibele le devolvió los besos y le humedeció la barba con sus lágrimas. Aunque se tratase del espíritu del mal, la había tratado con suma amabilidad.

Cuando Hurmizah se hubo marchado, Taibele sollozó hasta el amanecer sobre la almohada.

Hurmizah volvió cada miércoles y cada sábado por la noche. Taibele temía que pudiera quedar embarazada y dar a luz un monstruo con cola y cuernos. . . , un chivo o un lagarto. Pero Hurmizah prometió protegerla de la vergüenza. Taibele le preguntó si necesitaba acudir a los baños rituales para purificarse después de los días de impureza, pero Hurmizah le contestó que las leyes relativas a la menstruación no se aplicaban a quienes se aparejaban con un compañero impuro.

Como dice el refrán, que Dios nos preserve de todo aquello a que nos acostumbramos. Esto le ocurrió a Taibele. Al principio, temía a su visitante nocturno, pensando que podría perjudicarla de algún modo, contaminándole alguna enfermedad, haciéndola ladrar como un perro, o beber orina, y acarreando la desgracia sobre su cabeza. Pero Hurmizah nunca la escupió ni la pinchó. Por el contrario, la acariciaba, le susurraba ternezas, y le componía versos. A veces le contaba chistes y tonterías con tanto donaire, que se veía forzada a reír. La tironeaba del lóbulo de la oreja y le pegaba bocados amorosos en la espalda, y por la mañana ella observaba las huellas de los dientes en su piel.

El diablo la convenció para que llevase el pelo suelto bajo el gorrito, y él mismo le hizo unas trenzas después. Le enseñó encantamientos y conjuros, le habló de sus noches de vigilia, de los diablos con quienes volaba sobre los marjales de Sodoma, y por las vastas llanuras del mar de los Hielos. No negó que tenía otras esposas, pero todas eran diablesas. Taibele era su única esposa humana. Y cuando Taibele le preguntó los nombres de sus mujeres, él se las nombró: Namah, Machlath, Aff, Chuldah, Zluchah, Nafkah y Chei-mah. Siete en total.

Le habló de Namah, que era tan negra como la pez y llena de furia. Cuando discutían, ella escupía veneno y echaba fuego y humo por la nariz.

Machlath tenía la cara de una sanguijuela, y a quienes tocaba con su lengua quedaban marcados.

A Aff le gustaba adornarse con plata, esmeraldas y diamantes. Sus trenzas eran de oro hilado. En los tobillos llevaba campanillas y brazaletes; y cuando bailaba, repiqueteaban todos sus adornos.

Chuldah tenía forma de gata. Maullaba en vez de hablar. Sus ojos eran verdes como uvas. Y cuando copulaba, siempre masticaba hígado de oso.

Zluchah era la enemiga de las novias y recién desposadas. Les robaba siempre los novios en potencia. Si una novia salía sola durante las siete bendiciones nupciales, Zluchah danzaba a su alrededor, y la novia perdía el habla o sufría un ataque.

Nafkah era malvada, siempre traicionándole con otros demonios, aunque Hurmihaz la amaba por su insolente y maliciosa charla, que le alegraba el corazón.

Cheimah, según su nombre, habría sido tan viciosa como Namah, de haber sido blandengue, pero lo contrario era lo cierto. Cheimah era una diablesa sin hígado. Era muy caritativa y solía amasar la pasta de las amas de casa que estaban enfermas, ó llevaba su pan ál hogar de los pobres.

Fue así como Hurmizah describió a sus esposas, añadiendo un vivido relato de cómo él se comportaba con ellas, jugando por los tejados y realizando toda clase de bromas pesadas. Ordinariamente, una mujer se siente celosa cuando un hombre se acuesta cqn otras mujeres, pero, ¿cómo podía una mujer humana tener celos de las diablesas? Por el contrario, los chismes de Hurmizah divertían mucho a Taibele, la cual siempre le estaba atosigando a preguntas. A veces, él le revelaban misterios desconocidos por los mortales, sobre Dios, los ángeles y serafines, sus mansiones celestiales, y los siete cielos. También le hablaba de cómo los pecadores, hombres y mujeres, eran torturados en los negros pozos de pez y en las coladeras puestas sobre brasas al rojo vivo, en lechos llenos de clavos y en simas de nieve, y cómo los ángeles negros apaleaban los cuerpos de los pecadores con pértigas de fuego.

El mayor tormento del infierno eran las cosquillas. En el infierno existía cierto diablo llamado Lekish. Cuando éste le hacía cosquillas a una adúltera, en las plantas de los pies o en las axilas, su atormentada risa podía oírse hasta en la isla Madagascar.

De este modo, Hurmizah entretenía a Taibele durante toda la noche, y no tardó en echarle de menos cuando no acudía a su lado. Las noches de verano le parecían demasiado cortas, ya que Hurmizah se marchaba siempre después del canto del gallo. Ni siquiera eran bastante largas las noches de invierno. Lo cierto es que Taibele había acabado por amar a Hurmizah, y aunque comprendía que una mujer no debe amar a un demonio, suspiraba por él día y noche.

Aunque Alchonon llevaba varios años de viudez, las casamenteras todavía intentaban atraparle. Las jóvenes que le proponían eran de familias modestas, viudas o divorciadas, ya que un ayudante de maestro era una pobre proporción y, además, Alchonon tenía la reputación de estar un poco chiflado. Alchonon iba desdeñando las proposiciones con diversas excusas: una mujer era demasiado fea, la otra tenía una lengua muy larga, la tercera era una puerca. Las casamenteras se preguntaban:

"¿Cómo es posible que un ayudante de maestro, que gana nueve groschen por semana, presuma tanto y quiera escoger? ¿Cómo puede vivir solo un hombre?"

Pero ninguna lograba arrastrarle al tálamo nupcial.

Alchonon era bien conocido en el pueblo: alto, delgado, andrajoso, una enmarañada barba roja, una camisa deshilachada, con una nuez muy prominente, siempre subiendo y bajando. Esperaba que muriese Reb Zekele, el secretario, para sucederle en el empleo. Pero Reb Zekele no tenía prisa por morirse; seguía cumpliendo sus deberes con el mismo celo de sus tiempos juveniles. Alchonon trató de dar clases por su cuenta a los párvulos, pero ninguna madre quiso confiarle a sus hijos. Por las mañanas y las tardes, acompañaba a los niños a la escuela, a la ida y a la vuelta. Durante el día se sentaba en el patio del maestro Reb Itchele, afilando indolentemente punteros de madera, o recortando papeles de adorno que sólo se usaban en Pentecostés, o modelando figuritas de arcilla. No lejos de la tienda de Taibele había un pozo, y Alchonon acudía a él tres veces al día para sacar un cubo de agua o beber unos sorbos derramando agua por éntrelos pelos de su barba roja. En tales ocasiones, miraba disimuladamente a Taibele. Y ésta le compadecía:

—¿Por qué tiene que ser tan descuidado?

Alchonon, por su parte, se decía cada vez:

"¡Ah, Taibele, si supiese la verdad . . .!"

Alchonon vivía en un desván, en la casa de una viuda, ya anciana, medio sorda y medio ciega. La vieja a menudo le increpaba por no ir a la sinagoga a orar como los demás judíos. Lo cierto era que tan pronto como Alchonon había acompañado a los niños a sus casas, rezaba una oración de manera apresurada, y se metía en cama. A veces, la vieja creía oír los pasos del ayudante del maestro en medio de la noche, al salir de su habitación. Luego le preguntaba adonde había ido a aquellas horas, pero Alchonon le respondía que lo había soñado todo. Las mujeres que se sentaban en los bancos al atardecer, para zurcir calcetines y cotillear, esparcieron el rumor de que, pasada la medianoche, Alchonon se convertía en una especie de lobo. Algunas llegaron a afirmar que tenía tratos con un súcubo.

De lo contrario, ¿cómo iba un hombre a vivir tantos años sin contacto con una mujer? Los ricos dejaron de confiarle a sus hijos. Por fin, sólo acompañó a la escuela a los niños pobres, y muy raras veces comía una cucharada de sopa caliente, teniendo que contentarse con los mendrugos secos.

Alchonon fue adelgazándose con el transcurso del tiempo, aunque sus pies continuaron tan firmes como antes. Con sus delgadas piernas, parecía caminar como sobre unos zancos. Debía de sufrir una sed constante, ya que continuamente iba al pozo a beber. A veces, sin embargo, ayudaba simplemente a una mujer o a un aldeano a abrevar su caballo. Un día en que Taibele vio, desde lejos, que llevaba el caftán excesivamente destrozado, le llamó desde la tienda. Alchonon la miró asustado y se puso pálido.

—He visto que tu caftán está roto —le dijo Taibele—. Si quieres, puedo prestarte unas yardas de tela. Ya me las pagarás, a un grivnic por semana.

—No.

—¿Por qué no? —exclamó Taibele, admirada—. No te atosigaré por el pago. Me darás el dinero cuando puedas.

—No.

Y salió de prisa de la tienda, temiendo que ella pudiera reconocer su voz.

En verano era más fácil visitar a Taibele en medio de la noche. Alchonon se abría paso por entre los caminos vecinales, arrebujándose en su destrozado caftán. En invierno, el tener que desnudarse y volver a vestirse en el helado pasillo de la casa de Taibele, le resultaba bastante penoso. Pero peor eran aún las noches de nieve. Alchonon también estaba preocupado por si Taibele o uno de sus vecinos llegaba a observar sus pisadas. Se resfrió y empezó a toser. Una noche se metió en la cama de Taibele entrechocando los dientes, y tardó mucho rato en calentarse. Temiendo que ella llegase a descubrir el engaño, inventó explicaciones y excusas. Pero Taibele no deseaba descubrir nada. No había tardado en averiguar que aquel diablo poseía todas las costumbres y fragilidades de un hombre. Hurmizah sudaba, estornudaba, hipaba y bostezaba. A veces, el aliento le olía a cebolla y otras a ajo. Su cuerpo se asemejaba al de su esposo, huesudo y velludo, con una nuez en la garganta y un ombligo. A veces, Hurmizah estaba de buen humor y otras, en cambio, no hacía más que suspirar. Sus pies no eran los de un ganso sino humanos, con uñas y callos. Una vez, Taibele le preguntó el significado de todo esto, y Hurmizah le explicó:

—Cuando uno de nosotros se apareja con una mujer, asume la forma de un hombre. De otro modo, ella se moriría de miedo.

Sí, Taibele se había acostumbrado a Hurmizah y le amaba. Ya no le temía, ni tampoco a sus impías exclamaciones. Sus cuentos eran inexcusables, si bien Taibele solía hallar en los mismos algunas contradicciones. Como todos los embusteros, Alchonon poseía poca memoria. Al principio había asegurado que los diablos eran inmortales. Pero una noche le preguntó a Taibele:

—¿Qué harás cuando yo me muera?

—¡Pero los diablos no mueren!

—¡Son llevados a otros abismos más profundos!

Aquel invierno hubo una epidemia en la población. Los vientos helados soplaron del río, los bosques y las marismas. No sólo los niños, sino los adultos fueron diezmados por el mal tiempo. Llovió y granizó. Las aguas rompieron la presa del río El vendaval le arrancó un aspa al molino. La noche del miércoles, cuando Hurmizah se metió en el lecho de Taibele, ésta se dio cuenta de que el diablo tenía el cuerpo ardiendo, aunque con los pies helados. Se estremecía y se quejaba. Intentó entretenerla con los chismes de las diablesas, de cómo seducían a los jóvenes, cómo se acoplaban con otros demonios, cómo tomaban los baños de ritual, cómo ataban los pelos de las barbas de los viejos. . . pero se sentía débil y no pudo poseerla. Taibele jamás le había visto en tal estado. El corazón le dio un salto.

—¿Quieres que te dé un poco de leche caliente?

—Estos remedios no son para los de nuestra especie.

—¿Qué hacéis cuando enfermáis?

—Nos rascamos.

Apenas dijo nada más. Cuando besó a Taibele, le olía el aliento. Siempre se quedaba a su lado hasta el canto del gallo, pero aquella noche se marchó antes. Taibele permaneció en la cama, en silencio, escuchando sus movimientos en el pasillo. Él siempre le había jurado que salía volando por la ventana, aunque estuviera cerrada, pero esta vez le pareció a Taibele oír crujir la puerta. Taibele sabía que era un pecado rezar por los demonios, que se les debe maldecir y arrojarles de la memoria; y sin embargo, le suplicó a Dios en favor de Hurmizah.

— ¡Hay tantos demonios. . . —rogó, angustiada— que uno más no importa!

Al sábado siguiente, Taibele esperó en vano a Hurmizah hasta el amanecer; no llegó. Le llamó interiormente y murmuró los encantamientos que él le había enseñado, pero el pasillo continuó silencioso. Taibele yació en cama como atontada. Hurmizah se había ufanado una vez de haber bailado para Tubal-Cain y Enoch, que había estado sentado en el tejado del Arca de Noé, que había lamido la sal de la nariz de la esposa de Lot, y tirado de la barba de Asuero. Había profetizado que Taibele se reencarnaría dentro de cien años en una princesa y que él, Hurmizah, la capturaría con ayuda de sus esclavas Chittim y Tachtim, llevándosela al palacio de Bashemath, la mujer de Esaú. Pero ahora seguramente estaba enfermo, un denonio desamparado, un huérfano solitario... sin padre ni madre, sin una fiel esposa que le atendiese. Taibele recordó cómo su respiración habíale parecido el jadeo de una sierra la última vez que habían estado juntos; cuando se había sonado, habíanle silbado los oídos. Del domingo al miércoles, Taibele apenas pudo esperar hasta que el reloj dio la medianoche, pero pasó toda la noche y Hurmizah no apareció. Taibele se volvió de cara a la pared.

Brilló el día, triste como la noche. Del entoldado firmamento caía una nieve fina. El humo no podía salir de las chimeneas y se esparcía sobre los tejados como sábanas deshilachadas. Las peñas rechinaban ásperamente. Los perros ladraban. Después de la desdichada noche, Taibele no tuvo fuerzas para ir a la tienda. Sin embargo, se vistió y salió. Fue entonces que vio a cuatro individuos llevando una camilla. Por debajo de la manta cubierta de nieve salían los pies de un cadáver. Sólo el enterrador seguía al difunto. Taibele le preguntó quién era, y el enterrador le respondió:

—Alchonon, el ayudante del maestro.

A Taibele le pasó una idea extraña por el cerebro: escoltar a Alchonon, al desgraciado que había vivido solo, muriendo solo también, en su último viaje. ¿Quién iba a entrar en la tienda en un día tan pésimo? ¿Y qué le importaba a ella su negocio? Taibele lo había perdido todo. Al menos, podía realizar una buena obra. Siguió al difunto por la larga ruta del cementerio. Esperó mientras el sepulturero quitó la nieve y cavó una fosa en la tierra helada. Envolvieron a Alchonon, el ayudante del maestro, en una túnica de rezos y una cogulla, le colocaron tejoletas en los ojos, y entre las manos una ramita de mirto que le serviría para abrirse camino hacia la Tierra Sagrada, cuando viniese el Mesías. Luego cerraron la fosa y el sepulturero recitó el Kaddish. Taibele exhaló un sollozo. Alchonon había llevado una vida solitaria, igual que ella. Como ella, no dejaba herederos. Sí, Alchonon, el ayudante del maestro había ejecutado su última danza. Por los cuentos de Hurmizah, Taibele sabía que el difunto no iría derecho al cielo. Cada pecado origina un demonio, y éstos son los hijos del hombre después de su muerte. Y vienen a exigir su parte. Llaman padre al muerto y lo llevan al bosque y a la aspereza selvática hasta haber apurado su castigo y estar dispuesto a pasar por la purificación del infierno.

A partir de entonces, Taibele continuó sola, doblemente abandonada por un asceta y por un diablo. Envejeció rápidamente. No quedaba nada de su pasado excepto aquel secreto que jamás podría ser revelado y que nunca nadie creería. Hay secretos que el corazón no puede revelar a los labios. Se llevan a la tumba. Los sauces los murmuran, las rocas los cuchichean, las losas funerarias conversan de ellos silenciosamente, en el lenguaje de las piedras. Los muertos despertarán un día, pero sus secretos permanecerán con el Altísimo y Su Juicio hasta el fin de todas las generaciones.



martes, 2 de junio de 2009

Isaac Bashevis Singer:



Biografía


Escritor estadounidense de origen polaco que escribió en lengua yiddish. Singer nació el 14 de julio de 1904 en Radzymin (Polonia), y emigró a Estados Unidos en 1935, donde se nacionalizó en 1943. Al poco tiempo de su llegada se incorporó al periódico neoyorquino en lengua yiddish Jewish Daily Forward.


Su primera novela, Satán en Goray (1935) trata de la histeria religiosa y los pogroms del siglo XVII, en los que los judíos de Polonia fueron brutalmente asesinados por los cosacos. Otras novelas famosas son La familia Moskat (1950), la única de sus obras literarias en las que el elemento ficticio está ausente; La casa de Jampol (1967) y Los herederos (1969). En el patio de mi padre, autobiográfica, se publicó en 1966. Singer también escribió relatos muy imaginativos, como los publicados en Gimpel el tonto y otros relatos (1957).



Fue galardonado con el National Book Award (Premio Nacional del Libro) por Un día placentero: Relatos de un niño que se crió en Varsovia (1973), uno de sus libros de literatura infantil. En 1978 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura por su "apasionado arte narrativo" que tiene sus raíces en la cultura polaco-judía. En 1982 publicó Relatos completos y en 1984 Relatos para niños. La famosa película, Yentl, se basó en su relato Yentl the Yeshiva Boy (1983). Meshugah, una novela corta sobre un grupo de sobrevivientes del holocausto que viven en Nueva York, se publicó en 1994, después de su muerte.


La obra de Singer se caracteriza por la fuerza de su argumento, lleno de pasión por la vida y desesperación por las tradiciones que se pierden. Todos sus libros están ambientados en su pasado polaco y en las leyendas de los judíos y del folclore de la edad media europea. Él mismo tradujo muchas de sus obras al inglés. En 1984 se publicó su autobiografía, Amor y exilio: Memorias.



Isaac Bashevis Singer murió en la ciudad de Miami junto a su esposa en 1991. Hoy en día, en esta ciudad, hay una calle nombrada tras este escritor tan importante para la cultura judía y mundial.



viernes, 22 de mayo de 2009

Saga Crepúsculo















1) La saga comienza con el libro Crepúsculo, en un primer momento Stephenie tenia pensado darle el nombre de Forks que es el pueblo de Charlie el padre de Isabella. la historia es contada en primera persona por Bella, una adolente de 17 años quien siempre habia vivido con sumadre y ahora traz el matrimonio de ella decide irse a vivir con su padre. su nuevo hogar estaba en un pueblo lluviosos y apartado, habian bosques y ella odiaba la humedad y el frio.
En el tiempo que Bella pasa allí conoce a una estraña família a la cuql creará lazos muy fuertes al enamorar-se de Edward Cullen, pero él y su família tienen un secreto: són Vampiros.


2) El segundo libro se titúla "Luna Nueva" es la historia de cuando Edward decide marcharse para no poner en peligro a Bella, pero no sabe que así la pondra en un peligro mayor. entonces aparecerán los Hombre lobos de la recerva La Push y Bella tendrá que recirrir a ellos para que Victoria una vampira que busca venganza no la mate.


3) El tecer libro es "Eclipse". en eclipse depues de que Edward regrese se tendrán que enfrentar a un ejercito de neófitos que busca a Bella para matarla.


4) El cuarto y último libro es un libro que lo explica Bella pero también Jacob. Bella y Edward se casan y cuando piensan que nada puede canviar, salvo que ella se convierta en vampiro aparece un nuevo personaje, Renesmee, es la hija de la pareja. Al parecer la nena es única en su especie ja que tiene mitat humana y mitat vampoiro. Luego los Vulturis los buscaran para arreglar algunos problemas.










Sol de medianoche es paralelo al primer libro solo que ahora está explicado por Edward, explica todas sus emocinones y la de los demás ya que puede leer el pensamiento. este libro no está acabado por algunos problemas que ha tenido la escritora.













Noches de baile en el infierno, Meyer solo escribe una historia y habla de angeles y demonios y un baile de promoción. las demás autoras también hablan de bailes y graduados.










The Host habla de un futuro en que la tierra estará poblada de almas que són alienigenas. Melanie una humana que ha sido capturada ahora tiene dentro a un alma Wanda. las dos conoceran lo que es vivir en cuenvas y alejadas de la civilisación de ese futuro, también conocerán el amor a manos de Jared y Ian.





jueves, 21 de mayo de 2009

Stephenie Meyer


Stephenie Meyer nació el 24 de diciembre de 1973 en Connecticut, Estados Unidos, es una escritora, mayormente conocida por ser la autora del libro Crepúsculo y sus secuelas Luna Nueva, Eclipse y Amanecer, entre otros. Meyer es la segunda de seis hermanos (tres hermanas y tres hermanos), y creció en Phoenix, Arizona.
Meyer estudió en la Universidad Brigham Young en Provo, Utah, donde se graduó en Literatura Inglesa. Conoció a su esposo Christian "Pancho" cuando vivía en Arizona y se casaron en 1994; tienen tres hijos: Gabe, Seth, y Eli.
Meyer dice que la idea para Crepúsculo llegó a ella por medio de un sueño el 2 de junio de 2003, la transcripción de lo que es ahora el capítulo 12 del libro. Después de escribir y editar la novela, firmó un contrato de tres libros con la casa editorial Little, Brown and Company.
La secuela de Crepúsculo, Luna nueva, salió a la venta a principios de agosto de 2006. El tercer libro de la serie, Eclipse, salió el 31 de octubre de 2007. El cuarto Amanecer salió el 2 de agosto del 2008 y Meyer ha dicho que tiene planes para al menos un libro más del mismo tipo, llamado Sol de medianoche (Midnight Sun), siendo este último la versión narrada por Edward de Crepúsculo, el primero de la saga. Pero al parecer hubo un pequeño problema y una de las copias de sol de medianoche que fue entregada para mostrarla a uno de sus conocidos fue filtrada en la internet, Stephenie aseguró que no tiene pensado terminar el libro en estos momentos y que quizá la obra se termine dentro de unos años.

También está actualmente involucrada con la Saga "The Host" (La Huésped). Además ha participado en un libro junto a otras autoras juveniles como Meg Cabot, Kim Harrison, Michelle Jaffe y Lauren Miracle; el libro lleva el nombre de "Noches de Baile en el Infierno". Son diferentes historias y todas tienen algo en común se desarrolan entorno al baile de promoción.




martes, 14 de abril de 2009

Boris Vian


Boris Vian, nació en Ville D’Avray, suburbio de París, en el año 1920. En su entorno familiar el arte era una cuestión importante, su madre era una amante de la ópera; su padre hacía de todo, era poeta aficionado, traductor de inglés y alemán, aparte de interesarse por la mecánica y la electrónica. También de su padre (Victor Santamaria) viene su fuerte tendencia anti-militarista y atea.
En su adolescencia comenzó a sufrir problemas de salud: tuvo un ataque de reumatismo cardíaco y luego fiebre tifoidea. Fue un estudiante excepcional, aunque sus intereses más serios en esos momentos giraban en torno al Jazz y las fiestas. Ya a los 20 años participó en una orquesta amateur de Jazz junto a sus hermanos, donde sobre todo interpretaban obras de autores estadounidenses.
Obtuvo el título de ingeniero en 1942, y un año después escribiría sus primeras novelas: Trouble dans les Andains y Vercoquin y el plancton. En esta última se ven reflejadas sus actividades reales, como pueden ser su trabajo en la Asociación Francesa de Normalización y la organización de desmesuradas fiestas –las llamadas surprise-parties–. Fiestas delirantes, alcohol, sexo y crítica a la burocracia, todo mezclado con un estilo personal donde lo absurdo y lo grotesco siempre están presentes.
En los años siguientes repartió su tiempo en diferentes actividades: además de novelas, comenzó a escribir cuentos, algunos publicados en Les Temps Modernes, –invitado por Jean Paul Sartre,- donde también escribió crónicas y criticas de aspectos sociales. En el periódico Combat –dirigido por Albert Camus–, abordó la crítica de jazz. En 1946 publicó dos novelas: La espuma de los días y El otoño en Pekín.
También en 1946 publicó su primera novela con el seudónimo de Vernon Sullivan, supuesto escritor negro estadounidense, y su nombre real figuraba como traductor de la obra. Ésta y las siguientes, dentro del estilo de la novela negra, fueron censuradas por su contenido de violencia y sexo, con su consiguiente aumento en la notoriedad y ventas. Luego de años de juicios contra el supuesto autor y su editor, Vian terminó reconociendo su autoría, mientras tanto habían sido cuatro las novelas publicadas con el seudónimo. La crítica se sintió ofendida por esta impostura, y a partir de ese momento el autor recibió ataques constantes, no sólo contra sus novelas como Sullivan, sino también contra su obra ‘seria’.
Aparte de frecuentar a la intelectualidad existencialista de aquellos tiempos, en Saint-Germain-des-Prés, conoció a los grandes del Jazz como Duke Ellington, Miles Davis y Charlie Parker.
Dejó finalmente su profesión de ingeniero, y paralelamente a sus principales actividades, se dedicó a traducir novelas negras (esta vez de autores reales), y a dar conferencias sobre temas diversos.
En 1950 publica La hierba roja, considerada una de sus obras más autobiográficas.
Luego sobrevinieron varios fracasos literarios, sobre todo con la publicación de El Arrancacorazones, Vian decidió dejar de lado la narrativa y se dedicó a otras artes: compuso una ópera (El caballero de las nieves), y varias canciones, con las cuales llegó a grabar un disco y salir de gira. Una de sus canciones volvió a provocar el rechazo de la crítica y el público, “El desertor”, que incitaba a no cumplir con el servicio militar, en tiempos en que Francia tenía problemas con su ocupación argelina y otras incursiones militares.
En 1955 encara una nueva actividad, Philips le encomienda realizar un catálogo de jazz y tiempo después pasa a ser el director artístico de la compañía. Al año siguiente actúa en varias películas, una de las cuales ganó la palma de oro en el Cannes, pero este año también significó su recaída en los problemas de salud, esta vez con un edema pulmonar, que se volvería a repetir tiempo después.
Su salud se deterioraba cada vez más, lo que implicó que realizara varios retiros para mejorar su condición. A pesar de eso no dejó de escribir canciones y participar en películas.
Boris Vian vendió los derechos de su novela Escupiré sobre vuestras tumbas para una adaptación cinematográfica. Aunque inicialmente estuvo encargado del guión, tras diversas peleas con la productora, el director y el guionista, Vian quedó fuera del proyecto, y tuvo que concurrir de incógnito al preestreno de la película. Tal vez debido a las contrariedades de estos hechos y sumado a su precario estado de salud, ni bien comenzó la proyección de la película, falleció de un fallo cardíaco.

Años después de su muerte obtendría el merecido reconocimiento del público y la crítica, y llegó a vender varios miles de ejemplares de sus obras.



Obras

Trouble dans les Andains, 1946


Vercoquin y el pláncton, 1946


La espuma de los días (L'écume des jours), 1946


El otoño en Pekín (L'automne à Pékin), 1947


Las hormigas (Les fourmis), 1949


La hierba roja (L'herbe rouge), 1950


El arrancacorazones (L'arrache-cœur), 1953


El Lobo-Hombre (Le loup-garou), entre 1945 y 1952 (cuentos cortos)


Firmadas como Vernon Sullivan:


Escupiré sobre vuestra tumba (J'irai cracher sur vos tombes), 1946


Todos los muertos tienen la misma piel(Les morts ont tous la même peau), 1947


Que se mueran los feos (Et on tuera tous les affreux), 1948


Con las mujeres no hay manera (Elles se rendent pas compte), 1948

Francisco Gómez de Quevedo


Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas (* Madrid, 14 de septiembre de 1580 — † Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 8 de septiembre de 1645) fue un noble, político y escritor español del Siglo de Oro, uno de los más destacados de la historia de la literatura española. Ostentó los títulos de Señor de La Torre de Juan Abad y Caballero de la Orden de Santiago.


Análisis de su obra

Lo más original de la obra literaria de Quevedo radica en el estilo, vinculado al Conceptismo barroco y por lo tanto muy amigo de la concisión, de la elipsis y del cortesano juego de ingenio con las palabras mediante el abuso de la anfibología. Amante de la retórica, ensayó a veces un estilo oratorio lleno de simetrías, antítesis e isocola que lució más que nunca en su Marco Bruto. De léxico muy abundante, creó además muchos neologismos por derivación, composición y estereotipia y flexibilizó notablemente el mecanismo de la aposición especificativa en castellano ("clérigo cerbatana, zapatos galeones..."), mecanismo que los escritores barrocos posteriores imitaron de él. En su sátira se acerca a veces a la estética del expresionismo al degradar a las personas mediante la reificación o cosificación, y la animalización. Se ha señalado, además, como un rasgo característico de su verso, la esticomitía, esto es, la tendencia a transformar cada verso en una sentencia de sentido completo, lo cual hace a sus poemas muy densos de significado, como era prioritario en su poética, radicada en los principios del conceptismo barroco.
La mayor parte de la producción poética de Quevedo es satírica, pero como ya apercibió el abate
José Marchena sus sátiras están mal dirigidas y, aunque consciente de las causas verdaderas de la decadencia general, es para él más un mero ejercicio de estilo que otra cosa y se vierte contra el bajo pueblo más que contra la nobleza, en lo cual no tuvo el atrevimiento de, por ejemplo, el otro gran satírico de su época, Juan de Tassis y Peralta, segundo Conde de Villamediana. Cultivó también una fina lírica cortesana realizando un cancionero petrarquista en temas, estilo y tópicos, prácticamente perfecto en técnica y fondo, en torno a la figura de Lisi, que no hay que identificar como se ha querido con ninguna dama concreta, sino con un arquetipo quintaesenciado de mujer. Destacan sobre todo sus sonetos metafísicos y sus salmos, donde se expone su más íntimo desconsuelo existencial. La visión que da su filosofía es profundamente pesimista y de rasgos preexistencialistas. El cauce preferido para la abundante vena satírica de que hizo gala es sobre todo el romance, pero también la letrilla ("Poderoso Caballero es Don Dinero"), vehículo de una crítica social a la que no se le esconden los motivos más profundos de la decadencia de España, y el soneto. Abominó de la estética del Culteranismo cuyo líder, Luis de Góngora, fue violentamente atacado por Quevedo en sátiras personales. Contra la pedantería y obscuridad que le imputaba se propuso también editar las obras de los poetas renacentistas Francisco de la Torre y Fray Luis de León.
La poesía amorosa de Quevedo, considerada la más importante del
Siglo XVII, es la producción más paradójica del autor: misántropo y misógino, fue, sin embargo, el gran cantor del amor y de la mujer. Escribió numerosos poemas amorosos (se conservan más de doscientos), dedicados a varios nombres de mujer: Flora, Lisi, Jacinta, Filis, Aminta, Dora. Consideró el amor como un ideal inalcanzable, una lucha de contrarios, una paradoja dolorida y dolorosa, en donde el placer queda descartado. Su obra cumbre en este género es, sin duda, su "Amor Constante Más Allá De La Muerte".

Luis de Góngora



Luis de Góngora y Argote (Córdoba, 11 de julio de 1561 – ibídem, 23 de mayo de 1627) fue un sacerdote, poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro, máximo exponente de la corriente literaria conocida como culteranismo o gongorismo, que más tarde imitarían otros artistas. Sus obras fueron objeto de exégesis ya en su misma época.

Era hijo del juez de bienes confiscados por el Santo Oficio de Córdoba don Francisco de Argote y de la noble dama Leonor de Góngora. Estudió en Salamanca, tomó órdenes menores en 1585 y fue canónigo beneficiado de la catedral cordobesa, donde fue amonestado ante el obispo Pacheco por acudir pocas veces al coro y por charlar en él, así como por acudir a diversiones profanas y componer versos satíricos. Desde 1589 viajó en diversas comisiones de su cabildo por Navarra, y por Andalucía y ambas Castillas (Madrid, Salamanca, Granada, Jaén, Cuenca, Toledo). Compone entonces numerosos sonetos, romances y letrillas satíricas y líricas, y músicos como Diego Gómez, Gabriel Díaz, Claudio de la Sablonara o Capitán le buscan para musicar estos poemas.
En 1609 regresa a Córdoba y empieza a intensificar la tensión estética y el barroquismo de sus versos. Entre 1610 y 1611 escribe la Oda a la toma de Larache y en 1613 el Polifemo, un poema en
octavas que parafrasea un pasaje mitológico de las Metamorfosis de Ovidio, tema que ya había sido tratado por su coterráneo Luis Carrillo y Sotomayor en su Fábula de Acis y Galatea; el mismo año divulga en la Corte su más ambicioso poema, las incompletas Soledades. Este poema desata una gran polémica a causa de su oscuridad y afectación y le crea una gran legión de seguidores, los llamados poetas culteranos (Salvador Jacinto Polo de Medina, fray Hortensio Félix Paravicino, Francisco de Trillo y Figueroa, Gabriel Bocángel, el Conde de Villamediana, sor Juana Inés de la Cruz, Pedro Soto de Rojas, Miguel Colodrero de Villalobos), así como enemigos entre conceptistas como Francisco de Quevedo o casticistas como Lope de Vega o Lupercio y Bartolomé Leonardo de Argensola.
Algunos de estos, sin embargo, llegaron con el tiempo a militar entre sus defensores, como
Juan de Jáuregui. El caso es que su figura se revistió de aun mayor prestigio, hasta el punto de que Felipe III le nombró capellán real en 1617; para desempeñar tal cargo, vivió en la Corte hasta 1626, arruinándose para conseguir cargos y prebendas a casi todos sus familiares; al año siguiente, 1627, perdida la memoria, marchó a Córdoba, donde murió de una apoplejía en medio de una extrema pobreza. Velázquez lo retrató con frente amplia y despejada, y por los pleitos, los documentos y las sátiras de su gran enemigo, Francisco de Quevedo, sabemos que era jovial, sociable, hablador y amante del lujo y de entretenimientos como los naipes y los toros, hasta el punto de que se le llegó a reprochar frecuentemente lo poco que dignificaba los hábitos eclesiásticos. En la época fue tenido por maestro de la sátira, aunque no llegó a los extremos expresionistas de Quevedo ni a las negrísimas tintas de Juan de Tassis y Peralta, segundo Conde de Villamediana, que fue amigo suyo y uno de sus mejores discípulos poéticos.
En sus poesías se solían distinguir dos períodos: el tradicional, en que hace uso de los metros cortos y temas ligeros. Para ello usaba
décimas, romances, letrillas, etc. Este período iba hasta el año 1610, en que cambiaba rotundamente para volverse culterano, haciendo uso de metáforas difíciles, muchas alusiones mitológicas, cultismos, hipérbatos, etc.; pero Dámaso Alonso demostró que estas dificultades estaban ya presentes en su primera época y que la segunda es solamente una intensificación de estos recursos realizada por motivos estéticos.


LUIS DE GÓNGORA (1561- 1627)


Hurtas mi vulto y, cuanto más le debe

a tu pincel, dos veces peregrino,

de espíritu vivaz el breve lino

en las colores que sediento bebe,

vanas cenizas temo al lino breve,

que émulo del barro lo imagino,

a quien, ya etéreo fuese, ya divino,

vida le fió muda esplendor leve.

Belga gentil, prosigue al hurto noble;

que a su materia perdonará el fuego,

y el tiempo ignorará su contextura.

Los siglos que en sus hojas cuenta un roble,

árbol los cuenta sordo, tronco ciego;

quien más ve, quien más oye, menos dura.

Cervantes


Miguel de Cervantes Saavedra fue un novelista, poeta y dramaturgo español. Supónese que nació el 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares y murió el 22 de abril de 1616 en Madrid, pero fue enterrado el 23 de abril y popularmente se conoce esta fecha como la de su muerte. Es considerado la máxima figura de la literatura española. Es universalmente conocido, sobre todo por haber escrito El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, que muchos críticos han descrito como la primera novela moderna y una de las mejores obras de la literatura universal. Se le ha dado el sobrenombre de Príncipe de los Ingenios.



Novela
Miguel de Cervantes cultivó, pero a su original modo, los géneros narrativos habituales en la segunda mitad del siglo XVI: la novela bizantina, la novela pastoril, la novela picaresca, la novela morisca, la sátira lucianesca, la miscelánea. Renovó un género, la novella, que se entendía entonces a la italiana como relato breve, exento de retórica y de mayor trascendencia.


Orden cronológico:


- La Galatea (1585)
- El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605)
- Novelas ejemplares (1613)
- Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615)
- Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617)


La Galatea
La Galatea fue la primera novela de Cervantes, en 1585. Forma parte del subgénero pastoril (una «égloga en prosa» como define el autor), triunfante en el Renacimiento. Su primera publicación apareció cuando tenía 38 años con el título de Primera parte de La Galatea. Como en otras novelas del género (similar al de La Diana de Jorge de Montemayor), los personajes son pastores idealizados que relatan sus cuitas y expresan sus sentimientos en una naturaleza idílica (locus amoenus).
La Galatea se divide en seis libros en los cuales se desarrollan una historia principal y cuatro secundarias que comienzan en el amanecer y finalizan al anochecer, como en las églogas tradicionales, pero de la misma manera que en los poemas bucólicos de Virgilio cada pastor es en realidad una máscara que representa a un personaje verdadero.



Don Quijote de la Mancha

Es la novela cumbre de la literatura en lengua española. Su primera parte apareció en 1605 y obtuvo una gran acogida pública. Pronto se tradujo a las principales lenguas europeas y es una de las obras con más traducciones del mundo.
En un principio, la pretensión de Cervantes fue combatir el auge que habían alcanzado los libros de caballerías, satirizándolos con la historia de un hidalgo manchego que perdió la cordura por leerlos, creyéndose caballero andante. Para Cervantes, el estilo de las novelas de caballerías era pésimo, y las historias que contaba eran disparatadas. A pesar de ello, a medida que iba avanzando el propósito inicial fue superado, y llegó a construir una obra que reflejaba la sociedad de su tiempo y el comportamiento humano.
Es probable que Cervantes se inspirara en el Entremés de los romances, en el que un labrador pierde el juicio por su afición a los héroes del Romancero viejo.




Novelas ejemplares

Entre 1590 y 1612 Cervantes escribió una serie de novelas cortas (pues el término novela se usaba en la época en el mismo sentido que su étimo, el italiano novella , esto es, lo que hoy llamamos novela corta o relato largo) que después acabaría reuniendo en 1613 en la colección de las Novelas ejemplares, dada la gran acogida que obtuvo con la primera parte del Don Quijote. En un principio recibieron el nombre de Novelas ejemplares de honestísimo entretenimiento.
Dado que existen dos versiones de Rinconete y Cortadillo y de El celoso extremeño, se piensa que Cervantes introdujo en estas novelas algunas variaciones con propósitos morales, sociales y estéticos (de ahí el nombre de «ejemplares»). La versión más primitiva se encuentra en el llamado manuscrito de Porras de la Cámara, una colección miscelánea de diversas obras literarias entre las cuales se encuentra una novela habitualmente atribuida también a Cervantes, La tía fingida. Por otra parte, algunas novelas cortas se hallan también insertas en el Don Quijote, como El curioso impertinente o una Historia del cautivo que cuenta con elementos autobiográficos. Además, se alude a otra novela ya compuesta, Rinconete y Cortadillo.


- La Gitanilla
- El amante liberal
- Rinconete y Cortadillo
- La española inglesa
- El licenciado Vidriera
- La fuerza de la sangre
- El celoso extremeño
- La ilustre fregona
- Las dos doncellas
- La señora Cornelia
- El casamiento engañoso
- El coloquio de los perros



Los trabajos de Persiles y Sigismunda


Es la última obra de Cervantes. Pertenece al subgénero de la novela bizantina. En ella escribió la dedicatoria a Pedro Fernández de Castro y Andrade, VII Conde de Lemos, el 19 de abril de 1616, cuatro días antes de fallecer, donde se despide de la vida citando estos versos:


Puesto ya el pie en el estribo,

con ansias de la muerte,

gran señor, esta te escribo.


El autor ve claramente que le queda poca vida y se despide de sus amigos; no se hace ilusiones, pero sin embargo desea vivir y terminar obras que tiene en el magín, cuyo título escribe: Las semanas del jardín, El famoso Bernardo y una segunda parte de La Galatea. En el género de la novela bizantina, cuenta Cervantes, se atreve a competir con el modelo del género, Heliodoro.
La novela, inspirada en la crónica de Saxo Gramático y Olao Magno y en las fantasías del Jardín de flores curiosas de Francisco de Torquemada, cuenta la peregrinación llevada a cabo por Persiles y Sigismunda, dos príncipes nórdicos enamorados que se hacen pasar por hermanos cambiándose los nombres por Periandro y Auristela. Separados por todo tipo de peripecias, emprenden un viaje desde el norte de Europa hasta Roma, pasando por España, con finalidad expiatoria antes de contraer matrimonio. La obra es importante porque supone en el autor un cierto distanciamiento de las fórmulas realistas que hasta el momento ha cultivado, pues aparecen hechos tan peregrinos como que una mujer salte de un campanario librándose de estrellarse gracias al paracaídas que forman sus faldas o que haya personajes que adivinen el futuro. Los personajes principales aparecen algo desvaídos y en realidad la obra está protagonizada por un grupo, en el que se integran dos españoles abandonados en una isla desierta, Antonio y su hijo, criado en la isla como una especie de bárbaro arquero en contacto con la naturaleza. Los últimos pasajes del libro están poco limados, ya que el autor falleció antes de corregirlos. La obra tuvo cierto éxito y se reimprimió varias veces, pero fue olvidada en el siglo siguiente.

lunes, 30 de marzo de 2009

Lope de Vega


Félix Lope de Vega y Carpio (Madrid, 25 de noviembre de 156227 de agosto de 1635) es uno de los más importantes poetas y dramaturgos (a demás de cuentista) del Siglo de Oro español y, por la extensión de su obra, uno de los más prolíficos autores de la literatura universal.
El llamado Fénix de los ingenios y Monstruo de la Naturaleza (por
Miguel de Cervantes), renovó las fórmulas del teatro español en un momento en que el teatro comienza a ser un fenómeno cultural y de masas. Máximo exponente, junto a Tirso de Molina y Calderón de la Barca, del teatro barroco español, sus obras siguen representándose en la actualidad y constituyen una de las más altas cotas alcanzadas en la literatura y las artes españolas. Fue también uno de los grandes líricos de la lengua castellana y autor de unas cuantas novelas.
Se le atribuyen unos 3.000
sonetos, 3 novelas, 4 novelas cortas, 9 epopeyas, 3 poemas didácticos, y varios centenares de comedias (1.800 según Juan Pérez de Montalbán). Amigo de Quevedo y de Juan Ruiz de Alarcón, enemistado con Góngora y envidiado por Cervantes, su vida fue tan extremada como su obra.




Lista de obras :


Las ferias de Madrid (comedia, 1587)
El remedio en la desdicha (comedia, 1596)
La Dragontea (epopeya, 1598)
La Arcadia (novela, 1598)
La quinta de Florencia (comedia, 1598-1603)
El Isidro (epopeya, 1599)
Fiestas de Denia (epopeya, 1599)
El vaquero de Moraña (comedia, 1599/1603)
Romancero general (poesía, 1600)
La hermosura de Angélica, con otras diversas rimas (poesía, 1602)
La prueba de los amigos (comedia, 1604)
La discreta enamorada (comedia, 1604-08)
Rimas (poesías, 1604)
El peregrino en su patria (novela, 1604/18)
Los melindres de Belisa (comedia, 1606/08)
La niña de plata (comedia, 1607/12)
Lo fingido verdadero (comedia, h. 1608)
Rimas (poesías, 1609)
Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo (1609)
La Jerusalén conquistada (epopeya, 1609)
Peribáñez y el comendador de Ocaña (comedia,1609-12)
Los ponces de Barcelona (comedia, 1610/15)
El villano en su rincón (com. 1611)
La discordia en los casados (comedia, 1611)
Los pastores de Belén (novela, 1612)
Cuatro soliloquios (poesías, 1612)
Fuente Ovejuna (comedia, 1611-18)
La dama boba (comedia, 1613)
El perro del hortelano (comedia, 1613-15)
El valor de las mujeres (comedias, 1613/18)
Rimas sacras (poesías, 1614)
La discreta venganza (comedia, 1615/21)
El caballero de Olmedo (comedia, 1615-26)
Romancero espiritual (poemas, 1619)
Justa poética en honor de san Isidro (prosas y versos, 1620)
Los Tellos de Meneses (com. 1620-28)
La Filomena, prosas y versos (1621)
Amor, pleito y desafío (comedia, 1621)
Fiestas en la canonización de san Isidro (prosas y versos, 1622)
La Circe con otras rimas y prosas (1624)
Triunfos divinos, con otras rimas (poesías, 1625)
¡Ay, verdades que en amor! (comedia, 1625)
Corona trágica (poesía, 1627)
La moza de cántaro (comedia, h. 1627)
Soliloquios amorosos (prosas y versos, 1629)
Laurel de Apolo (poesías, 1630)
El castigo sin venganza (comedia, 1631)
La noche de San Juan (comedia, 1631)
La Dorotea (acción en prosa, 1632)
Amarilis (égloga, 1633)
Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos (poesía, 1634)
Filis (égloga, 1635)
La gatomaquia (epopeya burlesca, 1634)
Las bizarrías de Belisa (comedia, 1634)
La Vega del Parnaso (obras póstumas 1635)